Anoche, 70 años después de la muerte del poeta de Orihuela, en el Café Gijón presentábamos el volumen Madrid a Miguel Hernández, donde Juan y yo, junto a doscientos y pico escritores y creadores gráficos, ponemos nuestro granito de arena en homenajear su obra, su persona y su presencia en nuestras vidas. El libro es una preciosa edición hecha con mimo por Ediciones de la Torre.
El Café Gijón, emblemático lugar de Madrid ahora en peligro de desaparición, estaba a rebosar.
Bienvenidos a mi blog. Aquí encontraréis noticias sobre mi narrativa y comentarios varios.
Mis geranios
miércoles, 28 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
Profeta en su tierra
PERSONAS ENCANTADORAS
Mercedes Alonso Merino
y proponer cambios”
Le encantan las flores y en especial los geranios que le recuerdan a su tierra y echa de menos los grandes espacios verdes de EEUU.
Personalmente, quiero destacar la sencillez de esta paisana entrañable resumida en la dedicatoria de su“ópera prima”, A correr mundo una colección de 15 relatos editada por Ediciones Nostrum, Madrid, 2005
Dice así:
A mi padre, que me enseñó a reír.
A Juan, a quien quiero tanto.
Gracias Mercedes por darnos un poco de ti en cada una de tus obras.
José Carlos
viernes, 16 de marzo de 2012
Los caminos del agua
En las últimas Navidades (2011) Juan y yo estuvimos en Murcia. El profesor José Belmonte nos habló de una interesante exposición que se inauguraba en el Casino, pero no pudimos asistir esa noche. Al día siguiente la vimos. Se titulaba Los caminos del agua, del magnífico acuarelista Pedro Serna.
Fantástica. Nos encantó. Serna tiene una especial sensibilidad para pintar su amor por la tierra murciana, que es su tierra. Hablando con él se nos quejaba de lo mucho que estaba cambiando el entorno, de cómo desaparecían rincones y modos de siempre que le inspiraban tanto.
Por una acertada coincidencia, esa misma tarde Antonio José nos acompañó en uno de esos recorridos suyos --pura arqueología ecológica, pura historia y puro amor de huertano-- por los caminos del Rincón de Beniscornia, explicándonos cómo era el pueblo y cómo se vivía no hace tanto. Unos aprendíamos y otros recordaban. Vimos lo que queda de la red del agua: acequias, brazales, el azarbón, los restos de un molino, casas abandonadas con sus derruidos patios y hornos externos, huertos varados usados como vertederos por gente insensible a la belleza de lo suyo...
Casi todas las acequias están hoy día tapadas por el asfalto, caminos del agua convertidos en carreteras, el agua embutida en tubos, frustrada, sin poder fecundar la tierra; el pasado olvidado bajo el cemento y el ladrillo; los pájaros y demás animales emigrando en busca de lares mejores; la naturaleza, pudorosa, tratando de cubrir esas vergüenzas con plantas y flores.
Y todo en nombre del progreso. ¿Qué progreso? Quizás digan que pecamos un poco de romanticismo, pero en nombre del progreso se han hecho siempre muchas burradas. Por ignorancia, por ambición o por falta de amor por lo nuestro, por un legado de trabajo de muchas generaciones en una tierra que ya no puede darnos más que orgullo y belleza.
Como veis, Pedro Serna tenía razón en sus quejas. Desgraciadamente si no hacemos algo para concienciarnos, sus cuadros serán todo lo que nos quede como memoria de un pasado. Porque nuestras equivocaciones las pagamos o las pagarán nuestros hijos. ¡Buen trabajo, Antonio J. García Cano!
Fantástica. Nos encantó. Serna tiene una especial sensibilidad para pintar su amor por la tierra murciana, que es su tierra. Hablando con él se nos quejaba de lo mucho que estaba cambiando el entorno, de cómo desaparecían rincones y modos de siempre que le inspiraban tanto.
Por una acertada coincidencia, esa misma tarde Antonio José nos acompañó en uno de esos recorridos suyos --pura arqueología ecológica, pura historia y puro amor de huertano-- por los caminos del Rincón de Beniscornia, explicándonos cómo era el pueblo y cómo se vivía no hace tanto. Unos aprendíamos y otros recordaban. Vimos lo que queda de la red del agua: acequias, brazales, el azarbón, los restos de un molino, casas abandonadas con sus derruidos patios y hornos externos, huertos varados usados como vertederos por gente insensible a la belleza de lo suyo...
Casi todas las acequias están hoy día tapadas por el asfalto, caminos del agua convertidos en carreteras, el agua embutida en tubos, frustrada, sin poder fecundar la tierra; el pasado olvidado bajo el cemento y el ladrillo; los pájaros y demás animales emigrando en busca de lares mejores; la naturaleza, pudorosa, tratando de cubrir esas vergüenzas con plantas y flores.
Y todo en nombre del progreso. ¿Qué progreso? Quizás digan que pecamos un poco de romanticismo, pero en nombre del progreso se han hecho siempre muchas burradas. Por ignorancia, por ambición o por falta de amor por lo nuestro, por un legado de trabajo de muchas generaciones en una tierra que ya no puede darnos más que orgullo y belleza.
Como veis, Pedro Serna tenía razón en sus quejas. Desgraciadamente si no hacemos algo para concienciarnos, sus cuadros serán todo lo que nos quede como memoria de un pasado. Porque nuestras equivocaciones las pagamos o las pagarán nuestros hijos. ¡Buen trabajo, Antonio J. García Cano!
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