Mis geranios

miércoles, 28 de marzo de 2012

En el Café Gijón

Anoche, 70 años después de la muerte del poeta de Orihuela, en el Café Gijón presentábamos el volumen Madrid a Miguel Hernández, donde Juan y yo, junto a doscientos y pico escritores y creadores gráficos, ponemos nuestro granito de arena en homenajear su obra, su persona y su presencia en nuestras vidas. El libro es una preciosa edición hecha con mimo por Ediciones de la Torre.
El Café Gijón, emblemático lugar de Madrid ahora en peligro de desaparición, estaba a rebosar. 

lunes, 26 de marzo de 2012

Profeta en su tierra

PERSONAS ENCANTADORAS



Mercedes Alonso Merino



 Cuando era un jovencito y a través de una amiga común, conocí a Mercedes en una de las veces que vino a Jerez de vacaciones,  calculo que ella tendría unos 26 años, recuerdo que era guapa, simpática y culta. La segunda vez que la vi fue 26 años más tarde, cuando definitivamente regresó a España desde los Estados Unidos y tuvo la gentileza de invitarnos (a mi esposa y a mí) a la presentación en Jerez de su primer libro. Esta vez, además de guapa, simpática y culta, estaba muy elegante para la ocasión. Venía acompañada de su marido Juan Cano Ballesta, conocido hispanista y excelente  persona.



Pues bien, esta mujer de padre segoviano y madre jerezana nació en 1946 en el Pozo del Olivar -Jerez- y se crió entre Segovia y Jerez hasta casi finalizar el bachillerato a la edad de 13 años, trasladándose -por motivos familiares-  a  Madrid donde concluyó el mismo en la especialidad de Ciencias. Más adelante estudió Dibujo artístico con el Profesor Eduardo Chicharro, después, lengua francesa. Viajó por todas España  realizando “Estudios de Mercado” antes de ingresar en la Escuela Oficial de Trabajadores Sociales. A principio de los años 70, cuando contaba 24 años, marchó a Estados Unidos con su marido, donde comenzó una nueva vida  con el propósito de descubrir y estudiar todo lo que consideraba diferente y distinto a lo vivido y visto en España.



Nada más llegar a Estados Unidos, estudió inglés, ejerció de intérprete en el Departamento de Asistentes Sociales del Hospital Católico de Boston. Tomó cursos de pintura y dibujo en la Facultad de Arte de Boston University, aprendió cocina internacional y se formó como autodidacta en la restauración de muebles. Trabajó en varias ocasiones  como voluntaria dando clases de español a adultos en Pittsburg y en Charlottesville.



Ha pertenecido a varias asociaciones en USA y ha sido Presidenta del Club de Francés y del Club de Español en Charlottesville, Virginia.



En resumen su periplo de 31 años por los EEUU la han llevado a Connecticut, Massachussets, Pennsylvania y Virginia, mientras su marido enseñaba en las universidades de Yale, Boston, Pittsburg y Virginia.



Hoy es una escritora  que comenzó “A correr mundo” a la sombra de “Los Árboles de Gauguin” por “Un jardín en Virginia”; que se perdió en el Museo del Prado con “Nico y Las Meninas”; que se comió “El corazón de la sandía”; que unió pasado y fantasía en “Tres cuentos en Navidad” y colaboró en  "Cuentos para Segovia"; "Cuentos para Murcia"; "Cuentos para Toledo" y "Cuentos para Granada". Y sigue disfrutando con sus narraciones para chicos y grandes.



Manteniéndose joven de espíritu, piensa constantemente en el futuro de las nuevas generaciones  y  dice  que...



“...Cada generación es responsable de luchar por lo que cree justo, de denunciar los abusos y prebendas, la corrupción y la hipocresía de todo tipo de poderes y exigir
y proponer cambios”
Le encantan las flores y en especial los geranios que le recuerdan a su tierra y echa de menos los grandes espacios verdes de EEUU.



“Cuando salgo al campo, a la sierra, me doy cuenta de cuán lejana y artificial es mi vida en la ciudad; de los sonidos que me faltan y de los ruidos que me sobran.”



“Me gusta ver el agua del deshielo extenderse en la nava, alimentar las tempranas campanillas amarillas, ir creciendo en caceras y recogerse, cada vez más rápida, en riachuelos que van saltando entre los pinos. Es oír nacer la canción del agua...”


 “Me pierde la esperanza: siempre espero el milagro a pesar de saber que los milagros no existen.”


 Le gusta ver en el cine una buena comedia pero su cinta favorita sigue siendo “Lo que el viento se llevó”. Le atrae El Quijote, las buenas novelas, le encantan los cuentos y para esos momentos de recogimiento le apasiona la poesía. Sobre música prefiere la clásica, pero le gusta casi toda.


 “Siempre he escrito, pero he tardado en decidirme a hacerlo en serio, a pesar del estímulo de mi marido y de algunos amigos.”





Personalmente, quiero destacar la sencillez de esta paisana entrañable resumida en la dedicatoria de su“ópera prima”, A correr mundo una colección de 15 relatos editada por Ediciones Nostrum, Madrid,  2005


Dice así:


 A mi abuelo Casimiro, que me contaba cuentos.


A mi padre, que me enseñó a reír.


A Juan, a quien quiero tanto.



Y, como dice ella en su blog, “Mis libros son ramas que tienen mucho de raíces” Las raíces de su vida que se reflejan en sus obras, como la luna llena en su espejo de agua cristalina y serena.




Gracias Mercedes por darnos un poco de ti en cada una de tus obras.   


José Carlos


(Aula Inquieta, revista del Aula de Mayores del campus de Jerez de la Frontera)


viernes, 16 de marzo de 2012

Los caminos del agua

   En las últimas Navidades (2011) Juan y yo estuvimos en Murcia. El profesor José Belmonte nos habló de una interesante exposición que se inauguraba en el Casino, pero no pudimos asistir esa noche. Al día siguiente la vimos. Se titulaba Los caminos del agua, del magnífico acuarelista Pedro Serna.
   Fantástica. Nos encantó. Serna tiene una especial sensibilidad para pintar su amor
por la tierra murciana, que es su tierra. Hablando con él se nos quejaba de lo mucho que estaba cambiando el entorno, de cómo desaparecían rincones y modos de siempre que le inspiraban tanto.
   Por una acertada coincidencia, esa misma tarde Antonio José nos acompañó en uno de esos recorridos suyos --pura arqueología ecológica, pura historia y puro amor de huertano-- por los caminos del Rincón de Beniscornia, explicándonos cómo era el pueblo y cómo se vivía no hace tanto. Unos aprendíamos y otros recordaban. Vimos lo que queda de la red del agua: acequias, brazales, el azarbón, los restos de un molino, casas abandonadas con sus derruidos patios y hornos externos, huertos varados usados como vertederos por gente insensible a la belleza de lo suyo...
   Casi todas las acequias están hoy día tapadas por el asfalto, caminos del agua convertidos en carreteras, el agua embutida en tubos, frustrada, sin poder fecundar la tierra; el pasado olvidado bajo el cemento y el ladrillo; los pájaros y demás animales emigrando en busca de lares mejores; la naturaleza, pudorosa, tratando de cubrir esas vergüenzas con plantas y flores.
   Y todo en nombre del progreso. ¿Qué progreso? Quizás digan que pecamos un poco de romanticismo, pero en nombre del progreso se han hecho siempre muchas burradas. Por ignorancia, por ambición o por falta de amor por lo nuestro, por un legado de trabajo de muchas generaciones en una tierra que ya no puede darnos más que orgullo y belleza.

   Como veis, Pedro Serna tenía razón en sus quejas. Desgraciadamente si no hacemos algo para concienciarnos, sus cuadros serán todo lo que nos quede como memoria de un pasado. Porque nuestras equivocaciones las pagamos o las pagarán nuestros hijos. ¡Buen trabajo, Antonio J. García Cano!