Mis geranios

viernes, 16 de marzo de 2012

Los caminos del agua

   En las últimas Navidades (2011) Juan y yo estuvimos en Murcia. El profesor José Belmonte nos habló de una interesante exposición que se inauguraba en el Casino, pero no pudimos asistir esa noche. Al día siguiente la vimos. Se titulaba Los caminos del agua, del magnífico acuarelista Pedro Serna.
   Fantástica. Nos encantó. Serna tiene una especial sensibilidad para pintar su amor
por la tierra murciana, que es su tierra. Hablando con él se nos quejaba de lo mucho que estaba cambiando el entorno, de cómo desaparecían rincones y modos de siempre que le inspiraban tanto.
   Por una acertada coincidencia, esa misma tarde Antonio José nos acompañó en uno de esos recorridos suyos --pura arqueología ecológica, pura historia y puro amor de huertano-- por los caminos del Rincón de Beniscornia, explicándonos cómo era el pueblo y cómo se vivía no hace tanto. Unos aprendíamos y otros recordaban. Vimos lo que queda de la red del agua: acequias, brazales, el azarbón, los restos de un molino, casas abandonadas con sus derruidos patios y hornos externos, huertos varados usados como vertederos por gente insensible a la belleza de lo suyo...
   Casi todas las acequias están hoy día tapadas por el asfalto, caminos del agua convertidos en carreteras, el agua embutida en tubos, frustrada, sin poder fecundar la tierra; el pasado olvidado bajo el cemento y el ladrillo; los pájaros y demás animales emigrando en busca de lares mejores; la naturaleza, pudorosa, tratando de cubrir esas vergüenzas con plantas y flores.
   Y todo en nombre del progreso. ¿Qué progreso? Quizás digan que pecamos un poco de romanticismo, pero en nombre del progreso se han hecho siempre muchas burradas. Por ignorancia, por ambición o por falta de amor por lo nuestro, por un legado de trabajo de muchas generaciones en una tierra que ya no puede darnos más que orgullo y belleza.

   Como veis, Pedro Serna tenía razón en sus quejas. Desgraciadamente si no hacemos algo para concienciarnos, sus cuadros serán todo lo que nos quede como memoria de un pasado. Porque nuestras equivocaciones las pagamos o las pagarán nuestros hijos. ¡Buen trabajo, Antonio J. García Cano!

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